Con una inflación desbocada hasta las alianzas más leales transitan el fango. Solo en los primeros tres meses de este año, la suba de precios superaría el 10%, un porcentaje que en otros países enciende alarma cuando se trata de subas anualizadas.
En la Argentina, únicamente en enero los aumentos fueron de 3,9%, un índice que aún en tiempos de pandemia y de creciente inflación mundial, muchos países alcanzan e un año. La Argentina está en el Guinness cuando se trata de inflación y se naturaliza lo que en otras latitudes espanta.
Una inflación tan alta le cambió los planes a varios ministerios, incluso aquellos leales a las proyecciones macroeconómicas fallidas del titular del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán. En materia de números, claro está, hasta la lealtad tiene límites.
El ministro de Economía, proyectó 29% de inflación anual para el 2021 y la pandemia se llevó puesta su meta en solo siete meses. Pero también calculó un 33% para este incipiente 2022 y su error de cálculo le valió al Gobierno un duro revés en el Congreso a la hora de aprobar el Presupuesto del año en curso. De hecho, el presidente Alberto Fernández hoy gobierna con la extensión del año anterior y eso que dificulta muchas cosas también complica ponerle un valor de referencia a la meta paritaria de este año. En otros tiempos fue igualmente difícil porque el Indec no era creíble, pero ahoran que sí lo es, tampoco hay valor de referencia porque la inflación se lo lleva puesto mes a mes.
Esa complicación de números se recalentó en el arranque mismo de este año cuando enero fue mucho más caliente de lo que el propio equipo económico esperaba.
Así las cuentas, la inflación (real, no la proyectada en los power point) pateó el tablero en materia de paritarias, que justamente tendrá su temporada alta en marzo, un mes temible para la economía debido a los aumentos que las consultoras privadas estiman será cercana al 5%.
Por ejemplo, el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, había planeado un esquema de paritarias 2022 con tiempos más extensos que las que hubo el año pasado. Los empresarios de todos los sectores le vienen pidiendo al Gobierno ese modelo desde antes de la pandemia. El Gobierno había logrado frenar ese reclamo por el impacto económico del Covid y las restricciones sanitarias, pero ahora el escenario cambió.
Moroni quería un plazo anual o a lo sumo de seis meses para empezar a moderar las expectativas de subas salariales. Ahora, con suerte solo podría pensar en negociaciones trimestrales con tantas reaperturas como sean necesarias.
“Lo que falló es la inflación” se le scucha decir al ministro en charlas con pocos testigos. Incluso, se lo dice al propio Guzmán en la cara y el ministro de Producción, Matías Kulfas, asiente en silencio porque una inflación en alza también le cambia los números a él cuando negocia asistencia a los privados, que se quejan a su vez por la suba de los costos laborales sobre su ecuación general de negocios.
El piso que está proponiendo Moroni es del 40%, pero los gremios no quieren saber nada con ese porcentaje que consideran escaso. La CGT y la mayoría de los gremios hablando de un piso del 50%. En el otro extremo de la negociación, los empresarios no estaría dispuestos a más del 30% y eventualmente algún bono adicional de fin de año. Es un minué complejo de arbitrar en un año que tendrá conflictividad salarial y muchas protestas en las calles.
No solo sería así por el fallido cálculo inflacionario sino, cabe decirlo, por las tensiones políticas que dentro de la CGT y en los gremios en general se transitan porque los sueldos se ven cada vez más flacos frente a la inflación cada vez más corpulenta. Con todo, en la cartera laboral buscan bajarle un poco la espuma al asunto. “El año pasado también hubo un cuatrimestre de fuego con la inflación”, recordaron algunos técnicos memoriosos, pero el 2022 tiene ingredientes propios. Por ejemplo, los heridos dentro de la coalición de Gobierno en torno a las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. Un acuerdo que en Balcarce 50 esperan anunciar la semana próxima, pero que aún debe lograr venia por parte del mismo organismo internacional de crédito y ni qué hablar de la difícil tarea que afronta el oficialismo para obtener luz verde en el Congreso.
En la arena de las paritarias, incluso actualmente se están cerrando mejoras a la pauta del 2021 en este esquema que parece mantenerse durante este año de reaperturas trimestrales. Hay algunos sectores más al rojo vivo que otros como, por ejemplo, gastronómicos, textiles o calzados que aún no logran remontar el nivel de actividad suficiente como para compensar los bolsillos de los trabajadores que en el 2020 perdieron su trabajo por los cierres de empresas. En el otro extremo están otros sectores más dinámicos por ejemplo, aceiteros, las alimenticias donde los reclamos sindicales llevan al extremo los márgenes que pueden ofrecer las compañías.
“Los que no estén dispuestos a ceder tendrán medidas de fuerza”, es la premisa que incluso desde el Gobierno le transmiten a los referentes privados que dicen estar en la cornisa de sus posibilidades.
La inflación desbocada corrió además los temas de la mesa de discusión porque no parece quedar resto para otra cosa que no sea la coyuntura salarial. Por ejemplo, avanzar en la incorporación de beneficiarios de planes sociales en el mercado de trabajo y programas de capacitación con los gremios para alcanzar objetivos.
Otros temas como las discusiones en torno al teletrabajo que también quieren reabrir muchos sectores quedan postergadas frente a la coyuntura; es la Argentina del corto plazo como siempre.
Por eso la inflación sin cepo encorseta las discusiones de mediano plazo. También enfría, los esquemas proyectados en otras áreas.
Desde el Palacio de Hacienda enfatizan que el cierre del acuerdo con el Fondo Monetario calmará las aguas y desinflará la inflación. Sin embargo, nadie se atreve a decirlo en voz alta porque ya fueron muchas las ocasiones en que el ministro Guzmán prometió una tendencia que quebraba la racha alcista. Hasta ahora no pasó y nadie parece indicar que en un período próximo se produzca algo parecido.
Por el contrario, la mayoría de las consultoras privadas vaticinan subas cercanas al 5% en marzo y abril igualmente agitado para los bolsillos.
Todas las miradas se depositan sobre Guzmán
El ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene sobre su nuca todas las miradas porque el despegue de la inflación no solamente modifica los planes originales de la cartera de Trabajo para las paritarias 2022. También complica las cuentas que hacen en el Banco Central, que preside Miguel Pesce.
Uno de los reclamos que se le hacen a la autoridad monetaria, en especial en las vísperas del anuncio del acuerdo con el FMI por parte del Gobierno es el volumen de las Reservas. Para salir a comprar dólares y engordarlas, allí también esperan que baje la inflación; al menos ese era el horizonte con el que se encaraba la estrategia 2022 antes, por supuesto, de que el Indec difundiera que en enero el año picó con una suba del 3,9%.
Es una proyección que preanuncia un primer trimestre muy caliente en materia de precios y en consecuencia de tensiones en relación al tipo de cambio por lo que, al menos hasta ahora, el BCRA ha tenido que salir al mercado a contener la suba del dólar más que a comprar billetes de la divisa estadounidense. Con todo en el equipo de Pesce celebran que el año pasado se pudieron comprar cerca de 5 mil millones de dólares para reforzar las reservas internacionales que superan los 37 mil millones de dólares.